miércoles, 17 de septiembre de 2008

Un nuevo hogar

Por fin he dejado el Witch´s Hat, y desde hace cuatro noches habito en una casita pequeña y sombría, junto a una pareja de la universidad que alquila una habitación a incautos como yo. Desde luego, el cambio ha sido para mejor: ahora puedo llevar una existencia verdaderamente solitaria y ascética, sin apenas interacciones, que es lo que a mí me mola. Además, estoy habituado a coexistir con parejas, soy como una especie de silencioso hijo de alquiler. Mis caseros se llaman Corinne y Dylan, y un primer vistazo a la casa revela que no son lo que suele decirse unos obsesos de la limpieza. Mejor, porque yo tampoco.


Corinne es francesa, de una ciudad cercana a Alemania, y trabaja en el laboratorio que está junto al mío. Dando muestras de su extraordinario don de gentes, el subnormal de Jean-Willem (el holandés que me precedió en la habitación) sólo se dignó en presentármela después de llevar yo quince días por aquí, resultando que ya nos conocíamos de vista. Corinne es una tipa altísima y corpulenta (andará cerca de 1,90), gigantesca, bondadosa y tímida como una hembra de alce (y sospecho que tiene más o menos las misma inquietudes). Pronto comencé a preguntarme cómo sería el tal Dylan: supuse que sólo un bigardo tremendo, un auténtico cachalote, sería capaz de cubrir a la mujer-alce. Una vez más, me equivocaba: Dylan resultó ser más o menos como yo (esto es: estatura normal, delgadito, tirando a poco cosa). Ella le saca media cabeza y al menos 15 kilos de peso. Definitivamente, la necesidad (y el afecto, quién sabe) genera extraños compañeros de cama.


Dylan es malayo, pero lleva toda la vida viviendo en Australia, por lo que cuenta. Físicamente me recuerda bastante a Waylon Smithers Jr, el de los Simpson. El tipo es profesor en la universidad, químico teórico. Se dedica a la cristalografía de compuestos inorgánicos pequeñitos. Ha viajado una barbaridad (de hecho, conoció a la mujer-alce en una época en la que estuvo en Francia), y sólo hace falta echar un vistazo a su biblioteca personal para percatarse de que se trata de un tipo instruido: particularmente culto, diría yo. Cualquier conversación con él confirma esto: es capaz de hablar de múltiples temas sin despeinarse (por poner un ejemplo, no sé cuántos australianos estarán al tanto de la problemática del trasvase del Ebro, pero presumo que muy poquitos). No obstante, siempre que entabla un intercambio de opiniones parece hacerlo por pura cortesía, como si en el fondo le trajese sin cuidado el tema y sólo pretendiera agradar a su interlocutor. Es amante de los vinos y la buena mesa, según parece.


La antesala a mi llegada a la casa fue la barbacoa-despedida que ofreció Jean-Willem en el jardín de la casa (con casi dos semanas de retraso que, como sabéis, he tenido que pasar en el albergue). Quiero dejar claro que fui a la barbacoa principalmente porque suponía al mismo tiempo comer gratis y enterarme de dónde estaba mi nuevo hogar, no porque el holandés me suscitase ninguna simpatía. Pertenece a ese porcentaje de flamencos con cara de pasmarote, de esos increíblemente sosos e inexpresivos, cuyos corazones bombean horchata, que nunca salen por la tele ni van a las olimpiadas. Además, el tipo tuvo la brillante idea de juntar para su despedida a un montón de gente que no se conocía entre sí. Por añadidura, ninguno de los presentes parecía apreciar particularmente al anfitrión. Personalmente creo que yo no era el único que estaba allí exclusivamente por las salchichas (muy ricas, por cierto: al césar lo que es del césar). Es tema es que la situación era, por decirlo de un modo suave, patética: los silencios incómodos se sucedían constantemente en los pequeños corrillos de tertulia que se formaban (es importante advertir que la mayor parte del tiempo Jean-Willem estaba excluido de ellos, limitándose a beber cerveza con la mirada perdida más allá de la pared), y nadie parecía capaz de cambiar la dinámica. En esos momentos, cuando el tedio y la falta de confianza mutua podían cortarse con un cuchillo, yo me esforzaba por fingir estar pasándolo bien, lanzando al aire frases cortadas por el siguiente patrón: “Pues en España, sobre tal tema, nosotros no sé qué”, y, por supuesto, siempre había algún anglosajón o asiático dispuesto a hacerse el sorprendido acerca de nuestras exóticas costumbres: “¿De verdad? Pues en Australia/Malasia/Indonesia, no sé cual”. El resto de gente del corrillo esbozaba esas deliciosas sonrisas puritanas, para después asentir lentamente con la cabeza. Pura diversión. Sólo hablan de menudencias, no parece que tengan nada jugoso entre manos, como “El otro día me encontré a Michael y Brenda apareándose sobre un agitador orbital”, o algo así. El momento estelar de la noche tuvo lugar cuando Benny, después de comerse más de media salchicha, descubrió que ésta estaba un tanto chamuscada. Alguien soltó un chascarrillo realmente ocurrente: “¡Vaya, Benny, sí que tenías hambre!”. Casi se mueren de la risa…

4 comentarios:

Iñigo (Nas) dijo...

Cuánto quedó por hacer en Flandes, pardiez.

Anónimo dijo...

¡Saludos! (anda, Iñigo, ¡cuánto tiempo!).

En mi caso la perspectiva de comida gratis es lo único que ha alimentado mi escasa vida social, y como oveja que bala, bocado que pierde, me limitaba a acercarme a la mejor posición y atacar sin descanso los aperitivos o platos por órden de perferencia generalmente basada en número de calorías y palatabilidad.

Y cuando se acaba la comida, desaparezco con cualquier pretexto de la escena del crímen. En alguna ocasión he tenido que pedir un taper para evitar que tiren las sobras, lo que me parece un pecado mucho peor que el de gorronear.

Bueno, mis mejores deseos desde Amsterdam, anónimamente y por siempre tuyo.

Anónimo dijo...

Me alegro de saber que estás en el piso: los alces siempre son más pacíficos que los gremlins asaltacamas de media noche

¡qué tipos se están hechos con las barbacoas! verdad? jeje

Saludos

Emc dijo...

Así que horchata por sangre... pues entonces es de los salados, en mi experiencia holandesa he llegado a la conclusión que lo que les corre por las venas es algo así como lo que puedes extraer de usar una bolsita de té por quinta vez consecutiva, o más... La horchata tiene más energía que lo que les corre por las venas.
Qué le vamos a hacer si son sosos y se mueren si algo no está apuntado en su agenda...
Siempre es un buen motivo la comida gratis para sociabilizar...