lunes, 22 de septiembre de 2008

El infierno en la Tierra

La verdad es que, en líneas generales e independientemente de su competencia investigadora, la gente del laboratorio se esfuerza porque yo me sienta a gusto e integrado. Su buena voluntad resulta encomiable, pero bueno, ya sabéis que yo no soy un tipo fácil de integrar. No es culpa suya, he de reconocerlo. No soy especialmente simpático ni me gusta demasiado la gente, disfruto con mi introversión y es difícil ganarse mi confianza. Se da además la circunstancia de que, en general, me resulta mucho más sencillo aburrirme en las ocasiones en que estoy rodeado de personas que cuando me dejan a mi aire. A cambio de la tranquilidad que requiero, procuro ofrecer buena educación y esa clase de cosas. Desgraciadamente, esta gente se siente empujada, por mor de algún instinto samaritano, a poner los medios necesarios para aliviar la insoportable soledad y tedio que, en su opinión, debo de estar sufriendo. Y claro, mi cortesía natural me obliga a aceptar un porcentaje de sus invitaciones a eventos diversos, porque sé que ellos realmente piensan que no tengo nada mejor que hacer que llenarme los carrillos de salchichas mientras escucho sus anodinas conversaciones. Resumiendo: que me ha tocado ir ya a tres barbacoas y, anoche, a una cena en un restaurante, con la subsiguiente exploración del Perth nocturno.

A la cena también acudieron mis caseros, que son muy amiguitos de la gente de mi laboratorio. Me acabo de enterar de que la mujer-alce está en estado. Yo ya venía sospechándolo, pero la verdad es que nunca me he atrevido a preguntarle si su barriguita se debía a una hipotética preñez o a los bocadillos de panceta. En cualquier caso, la cena va mejor de lo esperado, porque me toca a la lado de Cristy, una ex componente del laboratorio muy simpática, de origen indonesio, y un amigo suyo, malayo, al que al parecer le pirra el fútbol español y que se siente profundamente conmovido al poder conocer a un auténtico caballero madridista como yo (hasta le enseño a decir “caballero madridista” y todo, jeje). El resto de los comensales son:

Aaron. Malayo, de raza china. No trabaja en mi laboratorio, pero pulula por él a menudo porque es el amigo gay de mis compañeras. Su amaneramiento es extremo, se trata de una reinona de manual. Acostumbra a cocinar pasteles de caramelo y traérnoslos para que le digamos lo ricos que están y lo majo que es. Es el organizador de la cena de hoy, ha elegido el sitio porque opina que es muy cool. Su nombre me recuerda a “Espartaco”, no sé bien por qué…

Ash. Singapurense hembra, de raza china. No digo que sea mala gente, pero su risa resulta muy irritante, idéntica a la de Nelson, de los Simpson. Y todo parece hacerle mucha gracia, de modo que NO PARA de entonarla. Siempre va vestida de negro y es como un tetrabrick.

Daniel. Alemán, de raza caucásica. Del laboratorio de al lado. No es que sea antipático, pero es el típico guay fashion. No soy capaz de calificar de otra manera a una persona a la que no es difícil ver por el laboratorio en manga corta y bufanda al cuello, al más puro estilo alicantino. Creo que recibe por las dos puertas, pero no puedo confirmarlo. En general no habla de chicas o chicos guapos, sino de good-looking people.

Anandhi. India, del subtipo lingüístico tamil. Es la técnico de mi laboratorio (mira tú por dónde, en el nombre de esta profesión nadie tiene huevos de hacer distinción entre los hombres y mujeres que la ejercen…). No quiero entrar en detalles, pero no es lo que se dice un dechado de virtudes. Podría ser muy cruel (muy mucho), pero ya sabéis que si algo me distingue, por encima de todo, es la bondad.

Pearl. Malaya, raza china. Si alguien en España me dice que se llama “Perla”, pienso en seguida en la sección de contactos del diario de Léon, del mismo modo que pienso en un travesti si me dice que se llama “Zafiro”. Pearl es increíblemente menuda (no creo que supere con holgura los treinta kilos), y al igual que las razas más reducidas de perritos o las cabezas que pasan por manos de los jíbaros, ha pagado un elevado precio por su miniaturización. No obstante, resulta enormemente activa, encantadora y amable. Del mismo modo, la tengo por ser con bastante diferencia la persona más eficiente y currante de mi laboratorio.

Bueno, pues he ahí el Dream Team. Como veis, no hay australianos en mi laboratorio, y sólo hay dos en el de al lado. A ver si iba a tener razón Deron, después de todo…

Como os he dicho, la cena no estuvo mal. Yo comí algo parecido a un burrito mexicano, y estaba bastante rico. Después fuimos a tomar un helado, hasta que el marido de Anandhi vino a recogerla. A continuación pusimos rumbo a un club nocturno, al parecer uno de los más populares de la ciudad. En la entrada, pese a mi avanzada edad, tuve que mostrar mi pasaporte y me sellaron la mano como al ganado. Un par de chicos muy simpáticos que estaban detrás de mí en la cola me preguntaron que de dónde era. Al parecer, a todo el mundo le gusta España aquí, hasta el punto de que me dijeron de tomar una cerveza y tal. Pero no iba a hacerles el feo a mis compañeritos.

El sitio es enorme, uno de los bares más tochos que he visto en toda mi vida. Me hace gracia lo modosos que son los australianos: los chicos con los chicos y las chicas con las chicas, como cuando teníamos 12 años (en mi caso, y el de mis compañeros de rol, hasta los 19). Al parecer entre las chicas de por aquí están de moda las camisas de cuadros estilo leñador y el pelo muy cortito. Por su parte, los chicos llevan camisetas ceñidas, camisas abiertas hasta el ombligo y, en algunos casos, correajes de cuero en los brazos. Además, para reafirmar su amistad se dan entre ellos palmadas en el trasero, y se pellizcan. Y se besan. Qué majos. ¿Y por qué ese travesti de más de cien kilos de peso con un vestido de sevillana rosa y negro lleva una copa en cada mano? ¿Acaso espera a alguien? Y si espera a alguien, ¿por qué bebe de las dos copas? Pero de pronto, un detalle ínfimo dispara mi sentido arácnido. ¡Acaban de poner una canción de Cheer! A ver si esto va ser un bar gay… Na, es imposible. ¿Por qué habrían escogido mis compañeritos un bar gay? Coño, si esto lo organizaba Aaron… Na, es imposible. Aquí habrá más de mil quinientas personas. No puede haber tantos homosexuales en el mundo… Qué tonterías se me ocurren a veces…

Pues sí, señores. Exactamente trece meses después del “incidente Newcastle” y cinco años después de “incidente Playland” (el más duro hasta la fecha), me vuelvo a encontrar en la misma tesitura. He de decir que el bar está muy bien. Además, en este sitio la gente no está ni la mitad de borracha que en otros locales, lo cual constituye una ventaja. Una cerveza de botellín cuesta seis euros, pero eso sí, si vas a la barra y pides agua te dan un vaso con agua fría (con o sin hielo)… ¡gratis! Por otra parte, ver bailar a Dylan con la mujer-alce-en-estado vale el precio de la cena y mucho más. El tipo, aparentemente elegante entre semana, se siente completamente desubicado en cuanto lo sacan de casa. Comparado con él, yo parezco un John Travolta cualquiera (y los pocos que me hayan visto bailar, sabrán lo dura que es esta afirmación). La mujer-alce-en-estado, por su parte, exhibe una potencia asombrosa, y con cada uno de sus pasos el local entero parece venirse abajo…

No hubo más incidentes reseñables. Bueno, un calvo intentó frotar su bajo vientre contra mi trasero cuando me dirigía al baño y una lesbiana con muletas que se parecía bastante al pingüino de “Batman returns tuvo el detalle de remangarse la pernera para poder mostrarme la causa de su cojera: una inmensa cicatriz que recorría de arriba abajo una pierna gruesa y blancuzca. Al parecer, se rompió la pierna por tres sitios diferentes en un accidente con una avioneta. En fin.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Al final parece q todo t conduce al mismo lugar. ¿Será una señal?

murphy dijo...

puede...

Anónimo dijo...

Veo que la vida social tiene su intringulis por ahí. Bueno, el próximo ya sí, sera el resumen de un evento heterosexual gratificante. Esto era el premuestreo.

Venga, un saludo

Anónimo dijo...

Un grupo singular el tuyo, desde la liga de los hombres extraordinarios no se vieron personajes de leyenda como esos, a ver si te sacas unas fotos con ellos para que los veamos, me cuesta imaginarlos. Ay muchacho, dejaste pasar los güiskis con la misteriosa Karem-Mata-Hari y ahora te ves en la tesitura de tener que beber del "Tetrabrick" a morro (nunca mejor dicho y sin ánimo de zaherir).

Respecto a ese lugar, miraste bien los carteles al aterrizar? Seguro que no estás en Sitges, paraíso de la bandera arcoiris?

Por lo que cuentas ya casi no hay australianos en el mundo, quedan Deron (el Alfredo Landa local) y cuatro más. Por lo menos encontraste una perla, algo es algo para ir empezando :)

salu2

Disidente dijo...

Murphy:
Deberías saber que a un "Caballero Madridista" (si, con mayúsculas) no lo deben engañar tan facilmente (y meterlo en una guarida de semejante naturaleza). Dónde quedo lo de otear el horizonte, estirar el hocico para olfatear el viento, escudriñar los movimientos del adversario....pareces un león viejo, te da lo mismo lo que te lleven a la cueva, sólo te interesa comer...a que precio hijo.
No caigas en la tentación, es una prueba que nuestro señor te ha puesto, se fuerte, supérala. Se que tu puedes.

Anónimo dijo...

con tanto ajetreo se me olvidó preguntarte si estaba por allí Priscilla "Queen of the desert"

salu2, White Knight

Iñigo (Nas) dijo...

Viendo los comentarios previos, seré breve. Bastan dos palabras para definir, espero que con acierto, a tu compañero germano:
Ayllón Barasoain.
¿me equivoco por mucho?