Siempre supe que detrás de todo este rollo del país de los animalitos peludines y amistosos se debía de esconder un secreto macabro. Lo tienen bien escondido, lejos de las ciudades, para que turistas y becarios no nos enteremos. Pero en los más profundo de Australia se oculta la verdad. Os cuento.
Este fin de semana, continuando con la campaña “saliendo de la cueva: apadrina un español”, he participado junto a mi casero en una movida parecida a las carreras de orientación que algunos iluminados hacen en nuestra tierra. El asunto es una sandez notable: consiste en ir por el monte con una brújula buscando una serie de postas señaladas en un mapa. Cada posta tiene una dificultad determinada (en función de lo escondida que esté y de su distancia al campamento base), que se traduce en un número de puntos que ganas cuando llegas a ella y escribes allí tu nombre. Quien consigue más puntos al cabo de doce horas buscando como un loco, pues gana. Y eso. ¿Qué qué gana? La honrilla. Ni una bolsa de sugus de premio. Pero lo inventaron en Australia, eso sí. Así que se supone que es lo mejor de lo mejor y de lo mejor lo superior.
La competición se celebró en una zona mixta de eucaliptales y campos de cultivo, unos cien kilómetros al sur de Perth. Fuimos el viernes por la noche y nos volvimos el domingo por la mañana (yo regresé directamente al laboratorio, sin ducharme ni nada, como los más grandes). Las respectivas noches del viernes y el sábado las pasamos, ni juntos ni revueltos, en las tiendas de campaña del campamento base, situado en un pastizal frecuentado por ovejas de raza merina (sí, de esas que inventamos en España y sobre las que perdimos la exclusividad gracias a los Borbones: las merinas fueron en el mismo lote que Gibraltar). He de añadir que me traje de la competición la garrapata reglamentaria, en mi caso adosada a la rabadilla. Tras ser adecuadamente retirado con ayuda de una aguja al rojo y unas pinzas (todo esto un domingo por la tarde, a solas, en el laboratorio: ojalá me hubieseis visto), el animalito descansa ahora en un tubo de alcohol y se vendrá conmigo a España dentro de tres semanas. A veces me siento solo.
No digo que este deporte esté mal del todo. Al menos tienes que saber manejarte con la brújula y, desde luego, es muy exigente desde el punto de vista físico. Vamos, yo no he acabado tan jodido en mi vida (y os aseguro que he hecho bastante el salvaje, de hecho todos los que sobrevivimos en su día a “Pirineos 2006” nos hemos reído en la misma cara de la muerte). Después de unos cuarenta kilómetros, caminados campo a través, durante las doce horas (las últimas cuatro a oscuras, buscando las puñeteras postas con linternas, no veáis qué emocionante), sin NINGÚN descanso y continuamente a matacaballo, yo apenas podía caminar. Me dolían los gemelos y los abductores una barbaridad. Eso sí, Smithers casi no llega al campamento base: tenía náuseas, dolores generalizados, escalofríos, espasmos y la hostia. Fuimos muy brutos, y sobre todo él, porque le pudo la codicia de conseguir más puntos sin ser capaz de evaluar sus propias limitaciones físicas. Quedamos los vigesimocuartos de entre ciento dos equipos. Smithers lo consideró un fracaso, porque cree que con nuestro nivel deberíamos haber quedado en el TOP 15. Os podéis imaginar que a mí me daba exactamente igual, yo iba por entrar en contacto con el campo y ver unos cuantos animalitos.
Y he ahí la cagada: que yo quería ver bichos, pero había que buscar postas. Vamos, que el asunto consiste en plantarte en mitad de la naturaleza y correr de un lado para otro sin poder recrearte en absoluto en las cosas que te vas encontrando. Eso, bajo mi punto de vista, lo convierte en una estupidez: te pierdes lo mejor. Aun así, vi bastantes canguros (grises del Oeste, según me dijeron), un par de eslizones de lengua azul (estos son muy graciosos, ya había visto uno por Perth: unos lagartazos enormes y torpones, con aspecto de estar cojonudos a la barbacoa y que sólo saben defenderse abriendo la boca en plan amenazador y enseñándote su lengua cianótica) y, además, el gran éxito: UN EQUIDNA, pero apenas pude examinarlo o tocarle mucho los cojones: en aquellos momentos llegar a la posta 37 (valorada en cincuenta puntos) era una cuestión de vida o muerte, según Smithers. Pero el día me reservaba algo mucho más siniestro, mi querida muchachada.
Ya os he dicho que en la zona había cultivos. De hecho, durante la competición está prohibido saltar las cercas que los delimitaban, de modo que sólo es legal caminar por el bosque. Y, al parecer, los canguros resultan muy perjudiciales para los intereses de los granjeros, porque como los animalitos (los canguros, digo) no saben leer, pues se saltan las vallas y pisotean y mastican los cereales. Una de las visiones más apocalípticas de mi vida me aguardaba esparcida por el perímetro de uno de los campos de cultivo. Porque un granjero, harto de la pésima actitud de los canguros, había decidido asar unos cuantos a tiros, decapitarlos y colgarlos por las patas traseras de las alambradas que rodeaban su finca, con el fin (desconozco si eficaz o no) de amedrentar a sus congéneres. No digo que hacer esto esté bien o mal: aquí el canguro es cinegético y en algunas zonas casi una plaga, pero lo que resulta indiscutible es que el espectáculo era verdaderamente dantesco. Y he de añadir que olía como tal. No obstante, lo que de verdad me perturba es pensar en cómo los australianos, cuya prosperidad económica se sustenta en buena parte en estos granjeros, de existencia solitaria y durísima y muchos de los cuales ni siquiera tienen ocasión de casarse por lo ingrato de su modo de vida, nos venden constantemente que los canguros son sus amigos. Las calles de Perth están repletas de ejemplos al respecto: canguritos boxeadores de peluche, caricaturas de adorables cachorros asomando del marsupio de la madre, simpáticos animalitos parlantes que te ofrecen hipotecas desde el escaparate de las más prestigiosas entidades bancarias. Qué duro contraste entre el marketing y la realidad, una vez más…
8 comentarios:
Hoy me encontré yo con un ciervo al que habían decapinado y los oriundos habían aprovechado las vísceras y el costillar. Tras moverlo...no escontré bichos interesantes.
Siempre pensando mal, ese granjero posiblemente colavore con los del CSI y esté investigando la sucesión cadavérica en la zona.
Un saludo.
Mezclando prisas con pocas luces pasa lo que pasa. Erratas: cambiar “decapinado", “escontré” y “colavore” por “decapitado”, “encontré” y “colabore” respectivamente.
Después de una salida al campo puedes encontrarte una garrapata en los sitios más insospechados... ¡pero en la rabadilla! Mejor no pensar en lo que estabas haciendo cuando la cogiste, aunque tal como cuentas la experiencia puede ser que en realidad no tuvieras tiempo de parar ni tan siquiera para echar la giñada del día. Espero que en el equipo no fueras sólo con Smithers... debe de ser una pesadilla correr con alguien tan competitivo, sobre todo si lo que te interesaba a ti era echar un vistazo al mundo nuevo que te rodeaba. Y si dices que se tomó tan a mal quedar fuera del top 15, a ver quién le aguanta ahora en casa. No te envidio nada. Pero eso sí, ver un equidna suaviza bastante el marrón. En cuanto al macabro espectáculo con el que te topaste... debe de hacer sentir tanta impotencia levantarse cada día antes que el sol, ganar cuatro perras trabajando como un mulo hasta que éste se vuelve a poner, ¡y así todos los días de tu vida!, y aún por encima ver que en la administración se tocan los cojones (y esto en el mejor de los casos), mientras que a ti te sube el precio de las materias primas, tú tienes que bajar el de tus productos y sufres el ataque de pobres canguros que sólo quieren sobrevivir, pero que a ti te joden la vida. Aquí, en vez de canguros, hay jabalíes que se atiborran a patatas, escarabajos que acaban con encinares enteros, ratones que zampan cosechas... Al menos los profesionales de nuestros campos, los que nos dan de comer aunque nosotros nos olvidemos de ello, no tienen que sufrir el recochineo de ver a los pobres animalillos anunciar las hipotecas y los créditos que los hunden aún más en la miseria.
Murphy, hace un tiempo el merino español estuvo en auténtica decadencia. Ahora, quizás por la deshonra que supone que el hecho de que el merino francés (entre otros) nos supere con creces, se hace un esfuerzo titánico por recuperarlo. Actualmente es la raza con mayor número de cabezas en la península, y aunque su lana ya no vale un cojón los corderos y la leche son de gran calidad. Y muchas mañanas el rebaño que mantiene la Junta de Extremadura para mejora de la raza me despierta con balidos descoordinados. Vivir en la España profunda tiene su encanto.
Aha... interesante. Así que las merinas han vuelto a la península. Simplemente recordaba lo que me contaba un profesor mío de historia acerca de las cesiones de merinas que tuvimos que hacer en 1713, al igual que Gibraltar, Menorca, Flandes y el reino de Nápoles... tomo nota y lo corregiré sobre el texto, no vaya a ser que alguien me haga caso...
De todos modos, y en mi descargo, diré que yo siempre he sido mucho más de churra... ;)
muy interesante y bien documentado el post. Cómo se ve que tienes una formación, eh!
uyuyuyui, esa garrapata cachonda. Quien fuese garrapata para estar en tu rabadilla.
El video en exclusiva.jiji.
Pero que deportista estas hecho.
Besis
Hace unas semanas me enteré de que tenías un blog en el que ibas contando tus aventuras.Asique te dejo un comentario.No me pondré a rebatirte cosas o ha hacerte comentarios técnicos porque corro el riesgo de cagarla.Solo te diré que tienes un blog muy bueno con el que te echas unas cuantas risas y además viene bien para adquirir nuevo vocabulario.
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