viernes, 3 de octubre de 2008

La entrañable mujer-alce

Gracias a Dios ahora tengo mis cepas y expreso mis proteínas en gran cantidad, lo que no es moco de pavo en este entorno tan hostil para la práctica de la actividad científica…

Sé que es patético, pero todavía no he ido a ninguna parte fuera de Perth. Por supuesto, yo aproveché los primeros fines de semana para ir al laboratorio y avanzar en el trabajo (aquí era invierno y, aunque soleado, hacía fresquillo: para que os hagáis una idea aquí el clima viene a ser como en Barcelona, algo más cálido en verano y más lluvioso en invierno), a fin de liberar los últimos fines de semana de mi estancia (primavera, un tiempo excelente, aseguraba todo el mundo) para hacer alguna excursión y conocer el medio natural. Ni que decir tiene que desde que ha llegado la primavera no dejan de caer chuzos, así que ahora que tengo mis proteínas las jornadas en el laboratorio se han vuelto maratonianas. Aún así, me he apuntado a una movida de orientación en el monte con Smithers, mi casero, que al parecer es un asiduo a este tipo de eventos (confío en que no se trate una encerrona). Es el 11 de octubre. Ya os contaré. Seguro que me pica algo. Algo muy chungo (casualmente hoy he ido a una charla sobre las serpientes australianas: al parecer es la única región de la Tierra que puede enorgullecerse de que más del 50% de sus especies de serpiente sean venenosas, concretamente 100 de un total de 170. La más jodida es la serpiente marrón, pero hay una, la serpiente tigre, tan agresiva que una vez se ha decidido a atacarte te muerde entre quince y veinte veces antes de desaparecer de nuevo entre los arbustos... ¿recordáis la historia aquella del ensañamiento?).

Mis caseros son gente extraña, pero a la vez profundamente anodina. La mujer-alce (sigue en estado) es una de esas personas con la peligrosa costumbre de abrirte su corazón de par en par a las primeras de cambio, y esto se traduce básicamente en aburrirme con sus penas y frustraciones, como para demostrarse a sí misma que es capaz de hablar de ellas, paso fundamental e ineludible (según el psicoterapeuta que, me imagino, le saca los cuartos) para superarlas. Ella achaca a su timidez y dificultad para la comunicación el escaso éxito que ha tenido en su vida profesional (joder, es evidente… si es que es más sosa que mascar nieve). Resulta muy gracioso: tiene la mesa del salón llena de libros de autoayuda prestados de la biblioteca pública, en plan “Cómo ser convincente en una entrevista de trabajo” o “Aumenta tu amor propio a través del método Stajanov”. La cantidad de calorías que la mujer-alce ha de consumir para mantener sus constantes vitales es, por supuesto, enorme. Siempre que como algo delante de ella, mira hacia mi plato con codicia y olisquea con dulzura, momento en el que yo le ofrezco probar mis alimentos. Ella siempre acepta, pero al parecer mi inglés no es lo bastante bueno como para transmitirle el significado concreto de la palabra “probar”, así que la tía pilla como un tercio de mi ración y se la zampa. Aunque haya cenado media hora antes; es un pozo sin fondo. Cuando habla de su preñez se frota la barriga con ambos manos y en su rostro se dibuja una sonrisa extraña, llena de algo que yo interpreto como gula, como si estuviese planeando papearse a su retoño. En estos casos siempre me quedo con las ganas de plantearle a la futura mamá cuestiones de verdad enjundiosas, como “¿Estás completamente segura de quien es el padre?”, “¿Sabes cuánto va a sufrir en este mundo de mierda?” o “Dicen que la mejor carne es la de no nato, ¿sabías?”, pero los años de coexistencia con mamás y futuras mamás me han enseñado que esos no son los temas de conversación adecuados, de modo que decanto por preguntas socialmente mejor aceptadas, como “¿Has pensado en el nombre”? , “¿Es un niño o una niña?” o, simplemente, “¿Y cuándo sales de cuentas?”. Ante esta última pregunta, mis caseros responden “El día de Navidad”, mientras se miran embelesados, como pensando “Tal es la voluntad del Señor”.

El otro día la mujer-alce me contó que estaba un poco triste porque había leído un libro en el que una mujer narraba en primera persona el dolor que sufrió cuando ella y sus hijos fueron abandonados por su marido. Dijo sentirse mal, porque Smithers había hecho lo mismo con su mujer y sus hijas años atrás ,para después irse a vivir con la mujer-alce. Me sorprende que un tipo tan parado como él haya tenido una vida personal tan tumultuosa, incluso teniendo en cuenta que este tipo de cosas se llevan mucho más en los países anglosajones. En cualquier caso, ahora parecen tan felices como dos ladrillos en los que alguien hubiese dibujado una sonrisa, puestos el uno al lado del otro, siempre tan juntitos y callados por no tener nada que decir. El pasado sábado me levanté por la mañana y encontré nuestra guarida vacía y en silencio. Sobre la mesa había un nota: “Nos hemos ido el fin de semana a Margaret River, nos vemos el domingo por la noche”. Fue un fin de semana excelente para mí, ejercí con mano de hierro mis funciones de rey de la casa, pues difícilmente podía suponer lo que se avecinaba; el domingo por la noche, cuando llegaron y ante mi pregunta-de-pura-cortesía-en-realidad-me-la pela sobre qué tal les había ido el fin de semana, la mujer-alce tuvo el detalle de mostrarme unas 150 fotos horriblemente enfocadas de las peripecias que habían pasado junto al mar, acompañando la visualización en la pantalla de su portátil con comentarios clave para comprender el enigmático contenido de las imágenes, como “Estas son una flores”, “Este es Dylan junto a una foca” o “Este es Dylan poniendo cara de tonto en la playa. Llovía”.

Extra, extra…

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo q gracias a Dios precisamente no es q tengas las cepas, majo.
Bstes

murphy dijo...

desde aquí quiero agradecer públicamente a Su la excelente labor que desempeñó en el crecimiento, preparación y envío de las cepas que quizá me salven el culete

Anónimo dijo...

Y a tu gran lider x correr con los gastos y soportar los dolores de cabeza q le damos.

Anónimo dijo...

Y a Andre x aguantarme a mi

murphy dijo...

En resúmen a la gran familia de nuestro laboratorio, que como podéis ller hoy en los periódicos locales y regionales, se distingue básicamente por su excelencia.

Anónimo dijo...

Murphy, después de un comienzo prometedor, te me estás aburguesando, como bien ilustró disidente con su metáfora del león viejo y cansado , si sigues en esa casa vas a regresar hecho un león vegetariano, ¿dónde quedó la emoción del sobresalto que produce dormir en un barracón común junto a desconocidos de toda índole, los nervios de imaginar quién se habrá metido en tu catre? ¿dónde la oportunidad de interaccionar con personajes singulares, entes de otra dimensión?

A ver esa marcha de orientación, promete riesgo y aventura, desierto, serpientes venenosas y otras alimañas, desconocidos... (éstos últimos los más peligrosos de todo). A x ello, a x ello...

salu2

Disidente dijo...

Ya que tu vida social se limita a mirar fotos del fin de semana de tus caseros (si te contara cuando me torturaron durante dos horas con el video de la boda...ya te contaré) espero que le saques el máximo partido a esos 5 eurillos, quizás consigas dominar el mundo del apasionante fútbol australiano y puedas apostar con garantías (eso sería realmente aburrido y conservador).

Iñigo (Nas) dijo...

"En mi época le habrían dado una gran patada en el trasero". Veo en ese artículo que los estereotipos publicados en Los Simpson son ciertos.

No te inquietes, querido Murphy, por las fotos que debes tragarte de esa manera; lo que de verdad violentará tu intimidad son los pases de fotos que tus caseros hagan sobre tí cuando lleguen sus próximos inquilinos.