La interacción entre los habitantes del Witch’s Hat (anglosajones en su mayoría) tiene lugar esencialmente en torno a dos puntos: la sala de la televisón y la cocina. Ambas instalaciones están bien equipados y resultan acogedoras, la limpieza, al igual que en el caso de la habitaciones, resulta notable.
No puedo dejar de hacer un inciso para hablar sobre la programación que ofrecen las cadenas de televisión australianas. En general, se puede decir que hace que la televisión que nos tragamos en España parezca casi de cierta calidad. Por supuesto, en Australia se emiten un gran número de programas que cuentan con sus respectivos clones hispanos. Así, cuentan con productos televisivos de la calidad de “Mira quien baila” (“Dance School”), “Operación Triunfo” (“Australian Idol”), “El muro infernal” (no sé cómo se llama ese aquí, pero lo tienen) y una extraña mezcla entre el inefable “Gladiadores americanos” y “Humor amarillo” (que han tenido a bien bautizar como “Wipeout: Australian Warriors). No obstante, los australianos han sido capaces de darle una vuelta de tuerca adicional a todos esos programas, para convertirlos en productos de un mal gusto mucho peor aun que los que podemos disfrutar habitualmente. Solo se echa de menos una versión de “Gran hermano”, pero tengo entendido que este producto televisivo ya solo subsiste en nuestra piel de toro. No es fácil explicar cómo consiguen que los programas sean aun mas horteras que en España, aunque creo que gran parte del merito debe recaer en unos presentadores tan payasos, chillones e insufribles que hacen que Mercedes Milá solo parezca subnormal.
Por otra parte, lo mejor es, con diferencia, la publicidad. La cantidad de cortes publicitarios de cualquier programa es increíble. Ayer, por ejemplo, pusieron Spiderman; yo la cogí ya empezada, en la escena de la lucha libre. Bueno, pues desde ese momento y hasta el final de la película pude contar un total de ¡11! cortes publicitarios. Aproximadamente uno cada 10 minutos, lo que no está nada mal. Además los cabrones lo tienen muy bien pensados: se trata de intermedios cortos, de cuatro o cinco anuncios, de manera que no te da tiempo ni a ir a mear (literalmente) y no tienes otro remedio que tragarte la publicidad. Esta estrategia hace que los de Antena 3 me parezcan ahora unos inocentes corderitos. Y por cierto, durante la final olímpica de baloncesto no esperaban a los tiempos muertos para meter los anuncios, no os creáis. Tu veías volar un triple y, con el balón en el aire, zas, anuncio de embutidos. No contentos con el cabreo que eso genero en un servidor, cortaron el partido en mitad del segundo cuarto para ofrecer futbol australiano (su grotesco deporte nacional). No volvieron a conectar con la final olímpica.
Además, el contenido de los anuncios en sí mismos no tiene ningún desperdicio. Muchos de ellos están patrocinados por el propio estado con el fin de adoctrinar a los ciudadanos (no tomes drogas, vota, llama a este número si presencias carreras ilegales de coches y a este otro para denunciar a tu vecino si está armando escándalo…) o bien para cultivar el espíritu nacional (esto merece una entrada aparte en el blog, tocaremos el tema con detenimiento). Quizá el mejor de todos sea uno en el que un tipo sale de marcha y empieza a entrar a tías buenísimas en bares. Todas, invariablemente, le rechazan. Al cabo de un rato, el tipo esta tan borracho y tan frustrado que, después de chocarse con un segundo tipo, le propina un puñetazo con tan mala suerte que el agredido cae de en mala postura y se mata. A nuestro protagonista le caen 10 años de cárcel. Hasta aquí, yo creía SINCERAMENTE que el anuncio era una coña sobre un tío cenizo (pensé que sería un anuncio para devolver los chinitos de la suerte a nuestra vida o algo así). Pero no. Al final aparece al mensaje aleccionador del Gobierno de Australia: UN HOMICIDIO INVOLUNTARIO TE PUEDE ARRUINAR LA VIDA. NO DES PUÑETAZOS.
Ver para creer, ¿eh? Bueno, pues mientras yo veía el anuncio con los ojos como platos, flipando, ninguno de los anglosajones que estaban conmigo en la sala se inmutó. Sólo uno (William, el más listo de la clase, ya os hablare de él y la profunda antipatía que le profeso) abrió la boca para decir: “Que tontería, se necesitan varios puñetazos para matar a alguien” Así que, después de todo, la campaña del Gobierno Australiano era necesaria (aunque, visto lo visto, inútil)